viernes, 9 de octubre de 2009

Patrona Misionera

1 de Octubre

Santa Teresita del Niño Jesus

Nace el dos de enero de 1873 en Alencon, Florencia.

Su padre Luis Martín era relojero, y la mamá Acelia María, costurera. Tuvo una infancia feliz y llena de buenos ejemplos. Ella misma lo dice: "Mis recuerdos más antiguos son de sonrisas y de demostraciones de aprecio y ternura".

Desde muy pequeña es muy viva, impresionable y ambiciosa. En cierta ocasión en que le ponen a escoger entre varios regalos exclama: "Yo me quedo con todo". Ese será el retrato de su vida. Más tarde exclamará: "Dios mío, yo lo quiero todo, yo te quiero a Ti. Quiero ser santa, pero no a medias, sino completamente".

Su padre le va enseñando poquito a poco a decir "Si" a Dios cada vez que la conciencia le pida hacer algún sacrificio a favor de los demás.

En 1877, cuando la niña tiene apenas 4 años, muere la mamá. Desde entonces su hermana mayor, Paulina, y su padre, se encargan totalmente de su educación; y para que las muchachas huérfanas puedan estar bajo la protección de una tía, se van a vivir a un pueblo llamado Lisieux (se pronuncia Lisié) por eso la llamarán más tarde Teresia de Lisieux.

Su hermana Paulina le lee frecuentemente libros religiosos y esto va despertando en la niña un gran amor por Dios y por la religión.

Cuando Teresita tiene 9 años, su hermana Paulina se va de religiosa a donde las hermanas Carmelitas. Esto deja en el alma de la niña un enorme vacío, el cual logra suavizar colocándose bajo la protección de la Madre de Dios, cuyo cuadro parece demostrarle que la Virgen María la ha aceptado como hija y la toma bajo su protección. Lo cual la consuela muchísimo.

"En el colegio – dice ella misma – había algunas alumnas que gozaban de alguna preferencia especial de ciertas profesoras. Yo me dediqué a obtener que alguna de ellas me tuviera preferencia, y gracias a Dios no lo conseguí, y con esto me libré de muy graves peligros afectivos".

Cuando Teresita tiene 14 años, su otra hermana, María, se va también de religiosa a donde las Carmelitas. Su soledad aumenta. Pero en la Navidad de aquel año le parece que el Niño Jesús la invita a consagrarse totalmente a Él. Aquella Nochebuena la consideró siempre como la noche de su "conversión". Lo que más la movió a dedicarse totalmente a Jesucristo fue un comentario piadoso oído a su amadísimo papá en aquel 24 de diciembre.

Anuncia a su padre que desea entrar también ella de hermana Carmelita. Él acepta, pero resulta que en el convento no aceptan niñas de esa edad. Entonces se van en una peregrinación a Roma en 1887, con ocasión de la celebración de los 50 años de sacerdocio del Papa León XIII, y cuando el Santo Padre pasa bendiciendo a los peregrinos, Teresita se le adelanta y le dice: "Santo Padre, como regalo de su Jubileo o Bodas de Oro sacerdotales, concédame la gracia de entrar de hermana Carmelita a los 15 años". El Sumo Pontífice la mira con exquisita amabilidad y le responde: "Entrarás, si esa es la voluntad de Dios".

Junto con su padre va en peregrinación a visitar varios santuarios (o templos famosos en donde se obran milagros), y en abril de 1888 (tres meses después de la muerte de San Juan Bosco) logra entrar al convento de las Carmelitas en Lisiex. Esta fecha la llamó ella: "El día de mi felicidad total".

Las religiosas notaron desde el primer día en ella equilibrio emocional no común en las niñas de esa edad de 15 años, y el Director espiritual quedó admirado de que esta joven no vivía de vanas ilusiones, sino que tomaba la vida con seriedad y paz.

Desde el principio de su vida religiosa su libro preferido es siempre la Sagrada Biblia, sobre todo el Nuevo Testamento. Sus oraciones preferidas, además del Padrenuestro y del Avemaría, son siempre los Salmos de la S. Biblia. Le agrada mucho leer y meditar los Santos Evangelios y las Cartas de San Pablo.

Por orden expresa de sus superioras escribe su autobiografía que titula "Historia de un alma", y es un libro que se ha hecho famoso en todo el mundo.

En 1889 sufre la pena de ver que su padre pierde el uso de la razón a causa de unos ataques de parálisis. Por tres años lo tuvieron recluido en un sanatorio. Ella dice: "los tres años de martirio de nuestro padre, que lo fueron también para nosotras sus hijas, fueron quizás los más ricos en méritos y los más fructuosos para la eternidad en nuestra vida, y yo no los cambiaría por los éxtasis más sublimes". Así saben sufrir los santos!.

El 8 de septiembre de 1890, a la edad de 17 años, hace sus votos o juramentos de pobreza, castidad y obediencia, y queda constituida hermana Carmelita, hermana Teresita del Niño Jesús. Ese día escribe: "Quisiera poder dar mi vida por Jesucristo, como Santa Inés, y si Dios no quiere que sacrifique mi vida derramando como ella mi sangre, quiero hacer de mi existencia un sacrificio continuo por amor del Señor".

Uno de los principales deberes de las hermanas Carmelitas es orar por los sacerdotes, Tereista consideró este deber como uno de los más importantes de su vida. En su viaje por Italia había visto algunos casos que la convencieron de que los sacerdotes pueden no llegar a la santidad a la cual los llama el Señor si no hay quien rece mucho por ellos, y se dedicó a encomendar día por día a todos los sacerdotes, pero especialmente a aquellos que estuvieran en mayor peligro de ser infieles a su vocación y a sus deberes sacerdotales. Y aún después de muerta han sido maravillosas las gracias de conversión y de perseverancia que muchísimos sacerdotes han obtenido al encomendarse a ella. El Cardenal Leger de Canadá decía: "Recién ordenado sacerdote era yo débil de salud del cuerpo y de salud del alma, ella me obtuvo una rebosante salud corporal y entusiasmo por mi sacerdocio, y perseverancia". No sobra decir que el fervoroso Cardenal Leger terminó dejando las comodidades de su cardenalato en Quebec, para irse al África a cuidar leprosos y murió como un santo.

Los sacrificios de Teresita. Ella misma narra varios: "Una religiosa que estaba a mi lado me fastidiaba moviendo su enorme rosario durante la oración. Y jamás le advertí esta molestia queme proporcionaba, sino que más bien ofrecí este sufrimiento a Dios como una música que acompañara mi oración".

"En el lavadero mi compañera de trabajo sacudía la ropa con tal fuerza que me salpicaba de jabón todo el cuerpo. Esto me hacía sufrir, pero jamás le dije nada al respecto, y así ofrecía este pequeño sacrificio por los pecadores.

"Una hermana anciana era muy neurótica, y estaba paralizada. Me mandaron a atenderla, y lo primero que gritó al verme fue: "¿Para qué me mandan niñas, si yo no soy niñera de nadie?". Yo sentía fastidio por ella pero me propuse dominarme y demostrarle todo el afecto de hija cariñosa, y hasta le partía el pan y lo colocaba en sus labios. Hasta el punto que ella un día le preguntó a la madre superiora si yo no le tendría un afecto desordenado y exagerado (siendo que lo que sentía por ella en mi interior era un verdadero fastidio). Tanto fue su agradecimiento que en su última enfermedad pidió como gracia especial que estuviera yo junto a su lecho en el momento de morir".

Alguien le pregunta ¿Por qué Nuestro Señor le ayuda tanto, mucho más que a otras personas? Y ella responde: "No sé. Debe ser porque me considero siempre muy pequeña y muy necesitada. Yo estoy siempre ante Dios como quien no vale nada de por sí y todo lo necesita obtener de la ayuda divina". Es que la frase del evangelio que más la había impresionado era aquella de Jesús: "Quien desee ser el primero en el Reino de los Cielos, que se haga como un niño. Quien no se hace como un niño no entrará en el Reino de los cielos" (San Mateo 19,14).

A otra persona que le preguntaba ¿Cuál era la razón por la cual sus consejos tenían tanta eficacia en las personas que los escuchaban?, le contó su secreto: "Yo nunca aconsejo nada a nadie sin haberme encomendado a la Virgen Santísima. Ella es la que hace que las palabras que digo tengan eficacia en los que las escuchan".

A los 20 años, en 1893, fue nombrada maestra de novicias, un cargo clave en una comunidad, porque es la encargada de formar a las futuras religiosas. Acerca de dicho oficio escribió: "Este oficio de formar personas es muy difícil en la práctica. Y lograr que cambien y que amen de veras a Nuestro Señor, si no es con la ayuda de Dios, sería tan imposible como querer que el sol brille a medianoche".

En 1894 muere su padre, y entonces Celina, su otra hermana, entra también de religiosa en el Carmelo. Así que ya son Teresita y sus tres hermanas, todas religiosas.

En la noche del Jueves Santo de 1896 Teresita sufre la primera señal grave de la enfermedad que la iba a llevar al sepulcro: la tuberculosis o tisis. Esa noche un vómito de sangre le anuncia – como dice ella misma – que "el Amor de los amores vendrá ya muy pronto a llevarme al paraíso". Su terrible enfermedad dura 18 meses, que son un verdadero martirio pero sobrellevado con un valor, una cama y una alegría verdaderamente admirables. De vez en cuando tiene que salir a pasear por el jardín por orden del médico. Cada paso que da es como un puñal que se clava en sus pulmones enfermos. La enfermera le dice: "Teresita, ya que sufre tanto al caminar, no camine más", y ella le responde: "Sigamos. Es que cada paso doloroso que doy lo ofrezco por un misionero que esté en peligro de desanimarse de su vocación". Las misiones y los misioneros son el tema de todas sus oraciones y el fin por el cual ofrece su enfermedad dolorosa y agotadora. Por eso la nombran después Patrona de las misiones y de los misioneros.

Ya enferma anuncia varias cosas que después se cumplirán exactamente: "Siempre he ofrecido a Dios amor y sólo amor, y Dios me pagará con amor".

"Después de mi muerte derramaré una lluvia de rosas. Quiero pasar al cielo haciendo bien a la tierra". Y esto se ha cumplido de manera admirable.

Su gran descubrimiento lo narra ella misma. "Buscaba en la Sagrada Escritura cuál sería el mejor método para agradar a Dios, hasta que al fin descubrí en la segunda carta de San Pablo a los Corintios, capítulo 13: "Si yo no tengo amor, nada soy", y descubrí que mi oficio en la Iglesia era el amor: amar a Dios con todo el corazón y con toda al alma, y sobre todas las cosas, y amar al prójimo como uno se ama a sí mismo. Y mi "Caminito" será el de la "Infancia espiritual": ser siempre como un niñito necesitado, ante mi Padre Dios". Este "Caminito" de Santa Teresita lo han seguido después muchas personas y han logrado admirables éxitos en santidad, en alegría y paz.

En junio de 1897 la llevan a la enfermería y ya no vuelve a salir de allí. Desde el 16 de agosto ya no puede recibir la comunión pues sufre de vómitos continuos. Llega a exclamar: "Nunca había imaginado que yo pudiera llegar a sufrir tanto", pero se conserva siempre alegre, contenta por poder sufrir por Cristo y por la salvación de las almas y la santificación de los sacerdotes.

Dios permite que le lleguen también dudas sobre la fe, como un verdadero tormento que la hace sufrir mucho. Así llegaba a su ideal: Si no puedo ser mártir como Santa Inés derramando mi sangre, que logre ser mártir sufriendo todo por amor a Jesucristo".

El 30 de septiembre de 1897 exclama: "No me arrepiento de haberme dedicado a amar a Dios", y dulcemente expira como quien se queda plácidamente dormida. Tenía 24 años.

Antes de morir ha pedido que no lleven flores a su ataúd, sino que ese dinero lo gasten en ayudar a gente pobre. Su entierro es humilde, y en el solar del convento queda sepultada, como una ignorada y pobre mujercita de pueblo.

Pero empieza a obtener una serie de milagros, favores y gracias tan admirables que su devoción se riega por todo el mundo como un incendio por un lago de combustible. Y es tanta, tanta la gente que la invoca, que el Papa Pío XI, contrariando la antigua tradición de no declarar santo a nadie antes de que cumpla los 50 años de haber muerto, la canoniza o declara santa en 1925, sólo 27 años después de haber pasado a la eternidad.

Y el Papa en 1927 declara Patrona de todas las Misiones católicas del mundo a esta jovencita muerta a los 24 años, que no salió de su país ni de su convento, jovencita débil de salud, delgada, rubia, de ojos azules muy vivaces, de sonrisa siempre amable y palabras siempre alegres, de cejas arqueadas, de boca pequeña y facciones delicadas, que ofreció su vida en holocausto de amor a Dios, por la santificación de los sacerdotes y la conversión de los que aún no aman a Cristo como hay que amarlo.

Su fiesta se celebra cada año el 1ro. De octubre y los favores que Santa Teresita sigue obteniendo a los que le rezan con fe y a quienes leen su autobiografía "Historia de un alma", son incontables. Una vez más se cumple la profecía de Jesús: "Los últimos de este mundo, serán los primeros en el Reino de Dios".

Te bendigo Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios y las has revelado a los pequeños (Luc. 10,21).

Pensamiento Teresita del Niño Jesus

Cristo Mi Confianza (Santa Teresita del Niño Jesús)



Sea mi gozo en el llanto,
sobresalto mi reposo,
mi sosiego doloroso,
y mi bonanza el quebranto.

Entre borrascas mi amor,
y mi regalo en la herida,
esté en la muerte mi vida,
y en desprecios mi favor.

Mis tesoros en pobreza,
y mi triunfo en pelear,
mi descanso en trabajar,
y mi contento en tristeza.

En la oscuridad mi luz,
mi grandeza en puesto bajo.
De mi camino el atajo
y mi gloria sea la cruz.

Mi honra el abatimiento,
y mi palma padecer,
en las menguas mi crecer,
y en menoscabo mi aumento.

En el hambre mi hartura,
mi esperanza en el temor,
mis regalos en pavor,
mis gustos en amargura.

En olvido mi memoria,
mi alteza en humillación,
en bajeza mi opinión,
en afrenta mi victoria.

Mi lauro esté en el desprecio,
en las penas mi afición,
mi dignidad sea el rincón,
y la soledad mi aprecio.

En Cristo mi confianza,
y de El solo mi asimiento,
en sus cansancios mi aliento,
y en su imitación mi holganza.

Aquí estriba mi firmeza,
aquí mi seguridad,
la prueba de mi verdad,
la muestra de mi firmeza.

Octubre Misionero

Para que OCTUBRE sea un MES MISIONERO

Podemos convertir el mes de octubre en un mes misionero. Si dedicamos cada una de las cuatro semanas de este mes para profundizar, rezar y vivir un aspecto particular de la misión lo podemos lograr.

Semana de oración

"Anunciar a Cristo significa, sobre todo, ser sus testigos con la vida. Se trata de la forma de evangelización más sencilla y, al mismo tiempo, más eficaz a vuestra disposición, y consiste en manifestar la presencia visible de Cristo en la propia existencia, a través del compromiso cotidiano y la coherencia con el Evangelio en toda opción concreta. Hoy el mundo tiene necesidad, ante todo, de testigos creíbles".

Juan Pablo II

La oración es fundamental para apoyar la misión y a cada uno de los misioneros dispersos por el mundo. Por eso les proponemos para esta primera semana del Octubre Misionero: una oración para rezarla durante todo el mes, algunas preces para rezar personalmente o en comunidad y para los más pequeños, una oración del niño misionero con un compromiso a llevar adelante.

1) Oración para el Octubre Misionero

Jesús, no tienes manos.
Tienes sólo nuestras manos
para construir un mundo donde habite la justicia.

Jesús, no tienes pies.
Tienes sólo nuestros pies
para poner en marcha la libertad y el amor.

Jesús, no tienes labios.
Tienes sólo nuestros labios
para anunciar por el mundo
la Buena Noticia a los pobres.

Jesús, no tienes medios.
Tienes sólo nuestra acción
para lograr que todos los hombres sean hermanos.
Jesús, nosotros somos tu evangelio,
el único evangelio que la gente puede leer.

2) Oraciones de petición

Padre, haz que con la fuerza de tu Espíritu nuestra vida se transforme en reflejo de tu amor y te conozcan cuantos no creen en ti. Oremos...

Padre Eterno, mantén vivo en nosotros el amor a tu Palabra... Que ella permanezca en nuestras vidas iluminándonos, alentándonos, urgiéndonos a anunciar el Evangelio. Oremos...

Padre de Todos, Tú que nos has llamado a vivir en la Iglesia , ayúdanos a permanecer siempre alrededor de tu mesa para que, alimentados con tu cuerpo y con tu sangre, permanezcamos unidos en el verdadero amor. Oremos

Padre Fiel, Tú que envías a tus hijos a anunciar tu nombre, fortalece a los misioneros, para que en medio de las dificultades encuentren en ti su fuerza y consuelo. Oremos

Padre Providente, te pedimos que no falten en tu Iglesia jóvenes que se quieran consagrar a la misión de tu Hijo, llama y fortalece con tu Espíritu a aquellos que has elegido para llevar tu salvación a todos los hombres. Oremos

Padre Bueno, Tú que nos has confiado la misión de extender tu Reino; concédenos a nosotros la fidelidad al envío, al anuncio de tu mensaje y al camino del Evangelio. Oremos

3) Oración de un niño misionero

Jesús,
Tú has sido y eres
el mejor amigo de los niños.
Tú confías en nosotros,
nos das a conocer la grandeza de tu Reino
y nos enseñas a llamar Padre a Dios.

Señor,
Ayúdame a sentir
el amor de Dios Padre
que Tú mostraste al mundo.

Enséñame a ser como Tú,
misionero de la paz, del perdón,
de la fraternidad y del amor gratuito.

Abre mi corazón a los niños que sufren.
Yo también quiero ayudarte
a construir un mundo mejor...

Compromiso: Rezaré por todos los niños que aún no conocen a Jesús...



ASESORES PROTAGONISTAS DE LA MISION CONTINENTAL

ASESORES PROTAGONISTAS DE LA MISION CONTINENTAL

¿Qué es Ser Protagonista?

Persona que inicia y a la vez motiva para realizar la misión, y así llevar la buena nueva a los demás.

"No se da testimonio sin testigos; no existe misión sin misioneros" La eficacia de una animación misionera auténtica se mide en su capacidad de despertar en el mayor número de cristianos, el deseo de ser testigos de Jesús hasta los confines de la tierra.

La acción misionera debe dirigirse, ante todo, a aquellos que más necesitados están de evangelización a quienes ya son agentes de la misma evangelización o pueden serlo. De buen grado asociamos en el Señor a nuestras obras apostólicas a todos y cada uno de los que, impulsados por el espíritu misionero, desean colaborar con todos.

LA MISIÓN RESPONSABILIDAD DE TODOS

Si la misión pertenece a la naturaleza de la Iglesia, todo miembro de ella es responsable y agente de esa misión con los matices peculiares de cada ministerio, vocación o carisma. Cada cristiano por estar incorporado a Cristo en virtud del bautismo, es hecho partícipe de su misión. La Iglesia primitiva vivió la misión como una tarea comunitaria, aún reconociendo en su seno a enviados especiales o misioneros de los gentiles como Pablo y Bernabé (R.Mi 61).

LOS MISIONEROS AD GENTES

Particular atención merecen los que siguiendo un llamado especial se dedican al servicio de la evangelización con un compromiso total, una entrega que abarca toda la vida y una donación sin límites de tiempo y de fuerzas. Son los misioneros ad extra, alrededor de 200.000 esparcidos en todo el mundo en los cinco continentes. Entre ellos hay miembros de órdenes y congregaciones (sacerdotes, hermanas y hermanos), sacerdotes diocesanos, laicos, miembros de movimientos eclesiales.

Los misioneros ad gentes, en cualquier categoría que se encuentren "representan el paradigma del compromiso misionero que siempre necesita donaciones radicales y totales; impulsos nuevos y valientes" (R.Mi 66).

Lectura Bíblica:

Lc 10, 1-4 Lc 4, 18-19 (Luego se hace una breve reflexión sobre lo textos leídos para concluir este tema sobre nuestro protagonismo en la misión)

Comentar:

¿De qué manera podemos ser protagonistas en el trabajo de misión continental?

Orando al estilo de San Pablo

En la Infancia Misionera, aprendemos a rezar a la luz de San Pablo, un GRAN misionero...

Lo Primero es invocar al Espíritu Santo, después seleccionar el texto bíblico (de los Hechos de los Apóstoles y las cartas de San Pablo) y lo leemos con devoción, despacito... el animador misionero, hace una reflexión y explicación del texto que han leído. Cada niño escribe una oración inspirada en el texto que han meditado...
Algunas oraciones de los niños:

"Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Flp4,13)
"Yo se que Dios sabe cuánto lo amo y que me gusta mucho ser de Infancia Misionera, pero me desanimo fácilmente cuando las cosas no me salen bien o cuando se burlan de mí porque rezo el rosario o voy a misa, por eso te pido San Pablo que me enseñes cómo se hace para aguantar todo por amor a Jesús"
Margarita -12 años

Oren sin cesar (1 Tes.5,17)
"Jesús aquí me tenes, pensando mucho en vos. Quiero ser misionero. Quiero viajar por muchas partes del mundo, hablar mucho de vos, para que te conozcan y te amen. Dios, quiero ser un misionero valiente como Pablo. Hoy supe que hay millones de niños que no te conocen, ellos no saben que los amas. Voy a rezar mas para que me enseñes a ser un buen misionero. Sabes que te quiero y que sos lo primero para mí. Yo se que me queres. Yo confío en vos.
Andrés. ( misionero por Jesús - 10 años)
Mi vida es Cristo
"Señor, te pido que siempre seas nuestra vida y que podamos seguir siendo testimonio de tu amor. Te pido por todas las personas que visitamos con la infancia misionera, especialmente los enfermos, los abuelos, los chicos que no te conocen, las familias que mas te necesitan"
Juan Carlos- 11 años

Mi vida es Cristo
"Yo amo a Jesus
y le sirvo a Jesus en todo momento
yo soy misionero por Jesucristo
Mi vida en Jesús es alegría y Fe"
Maria de los Angeles - 8 años

"Estén siempre alegres" (1 Ts.5,16)
"Jesús estoy contenta porque soy de Infancia Misionera y me gusta ayudar a la gente y tengo muchos amigos, te pido que ayudes a mi papá porque su trabajo es muy peligroso de policia y te pido que lo acompañes siempre. Amen"
Flor de Maria - 7 años

"Muéstrense generosos y sepan compartir con los demás"(Heb. 13,16.)
"Querido Dios: Los ancianos sufren mucho porque no tienen Pan que comer, ayuda a los niños de Infancia Misionera a conseguir muchos alimentos para compartir con cada uno de ellos."
Alejandra- 6 años

"Muéstrense generosos y sepan compartir con los demás, pues Estos son los sacrificios que agradan a Dios"(Heb. 13,16.)
"Jesús, yo quiero ser buena, yo te prometo que haré todo lo posible por ser mejor, y tratar de compartir con todos las personas o sea ser un poquito generosa.
Ayúdame. AMEN"

De los Niños del Mundo................. Siempre Amigos.................

lunes, 14 de septiembre de 2009

La Santa Infancia Adolescencia Misionera


La Infancia Misionera cumple un papel fundamental en la vida cristiana y misionera de los niños, animadores y padres de familia puesto que las tareas o actividades que se realizan son para fortalecer la vocación misionera y el servicio de los demás. Esta no es el único campo de la pastoral misionera, pero es lo más fuerte en las parroquias de nuestra diócesis de Santiago de maría, por eso le damos énfasis.


Se inicio un nuevo proceso en este año y se plantean las actividades posibles a realizar, tanto para los niños como para los animadores.

Se realizan los cuatros encuentros normales de todos los meses (donde los niños estudian un tema, lo interiorizan, se proyectan hacia los demás, y comparten mutuamente para afianzar sus lazos de amistad).


¿Qué hacen?

La pastoral tiene participación cada dos meses en la hora Santa, quienes son los niños que la dirigen, Así mismo les corresponde preparar todo para la celebración de la misa, tanto en la mañana como en la noche.


Participamos en las actividades de semana Santa como ser:

- Vía cruz durante la cuaresma
- Vía cruz del viernes Santo
(Celebrar una estación, y los jóvenes participan en los cuadros vivos.)
- Prendimiento
- Santo Entierro (dirigir una de las palabras)
- En la semana Santa realizamos misión, donde se hace un retiro y un envío de parte de nuestro párroco para ir a evangelizar los distintos barrios de la ciudad.
- Participamos en la celebración de Corpus Cristo en la cual se nos asigna una hora de adoración.
- Participamos en la celebración del rosario en el mes de mayo.


En el mes de junio se realiza la organización del mini Festival de la Canción Misionera con los niños..
- Encuentro entre los diferentes grupos de I.A.M. donde los niños juegan, comparten y cuentan sus experiencias en los grupos.

Participación en la misa de clausura del mes de agosto.
- Celebración del día del niño.

En Octubre

- Celebración de la Jornada Nacional de la Infancia Misionera, donde los Niños desfilaron acompañados de sus padres.
- Celebración del DOMUM
- Donde los niños de manera especial acompañados de sus padres realizaron sus consagraciones y entregan su alcancía Misionera.

Otras Actividades:
- Participación en las posadas.
- Visitar enfermos y personas necesitadas igualmente a los niños que no llegan, ya sea que pertenezcan o no al grupo.

Al final de cada mes nos proyectamos hacia los demás a través de canastas familiares a una familia pobre que este cerca de nuestro conocimiento.

- Los animadores de I.A.M participan en las reuniones de agentes de pastoral cada segundo domingo de cada mes, igualmente en las reuniones de consejo parroquial último viernes de cada mes.
- Cuando la parroquia realiza actividades la I.A.M. presta su servicios de diferentes maneras (económica, organizar algún evento, o colaborar en cualquier evento que se4 nos solicite.)

- Celebración de los patrones de la I.A.M como Santa Teresita del Niño Jesús el 1 de Octubre y San Francisco Javier el 3 de Diciembre por medio de una misa o un Rosario misionero.

- Celebración de la cena navideña donde los niños y animadores comparten y evalúan el año que paso.

La Misión Continental

La Misión Continental

es la respuesta contundente de una Iglesia Misionera.


La Misión Continental ha llegado como un reto y una responsabilidad misionera de cada uno de nosotros para despertar el espíritu y formar una conciencia misionera de que todos somos evangelizadores desde nuestro Bautismo.

En un mundo globalizado, no basta globalizar sólo la economía, sino hay que globalizar el Evangelio y la solidaridad para que la Iglesia responda verdaderamente al mandato de ser católica y apostólica. Que esta misión produzca un volcán de fuego del Espíritu y un huracán de viento impetuoso dentro de la Iglesia para un cambio cultural y estructural. Hacen falta hombres y mujeres de fuego.

Que la Iglesia cambie de actitud y sea permanentemente misionera. La Misión no se puede improvisar, sobre todo la del corazón, porque es cuestión de amor y porque hay que renovar nuestra fe y conciencia.

Esta Misión es un impulso para que la Iglesia que somos todos los creyentes y seguidores de Cristo, no se encierre en si misma, sino que salga al encuentro, anuncie, contagie y transforme; es una Iglesia que debe pasar a ser más evangelizadora, más creativa, participativa, solidaria y misionera para que a todos les llegue el mensaje de la Salvación.

Año Sacerdotal

Carta de Benedicto XVI a los presbíteros del mundo por el Año Sacerdotal en el 150 aniversario del fallecimiento de San Juan María Vianney Jueves 18 de junio de 2009


Queridos hermanos en el Sacerdocio:

He resuelto convocar oficialmente un 'Año Sacerdotal' con ocasión del 150 aniversario del 'dies natalis' de Juan María Vianney, el Santo Patrón de todos los párrocos del mundo, que comenzará el viernes 19 de junio de 2009, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús –jornada tradicionalmente dedicada a la oración por la santificación del clero–. Este año desea contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo, y se concluirá en la misma solemnidad de 2010.

El Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús", repetía con frecuencia el Santo Cura de Ars. Esta conmovedora expresión nos da pie para reconocer con devoción y admiración el inmenso don que suponen los sacerdotes, no sólo para la Iglesia, sino también para la humanidad misma. Tengo presente a todos los presbíteros que con humildad repiten cada día las palabras y los gestos de Cristo a los fieles cristianos y al mundo entero, identificándose con sus pensamientos, deseos y sentimientos, así como con su estilo de vida. Cómo no destacar sus esfuerzos apostólicos, su servicio infatigable y oculto, su caridad que no excluye a nadie? Y qué decir de la fidelidad entusiasta de tantos sacerdotes que, a pesar de las dificultades e incomprensiones, perseveran en su vocación de "amigos de Cristo", llamados personalmente, elegidos y enviados por Él?

Todavía conservo en el corazón el recuerdo del primer párroco con el que comencé mi ministerio como joven sacerdote: fue para mí un ejemplo de entrega sin reservas al propio ministerio pastoral, llegando a morir cuando llevaba el viático a un enfermo grave. También repaso los innumerables hermanos que he conocido a lo largo de mi vida y últimamente en mis viajes pastorales a diversas naciones, comprometidos generosamente en el ejercicio cotidiano de su ministerio sacerdotal.

Pero la expresión utilizada por el Santo Cura de Ars evoca también la herida abierta en el Corazón de Cristo y la corona de espinas que lo circunda. Y así, pienso en las numerosas situaciones de sufrimiento que aquejan a muchos sacerdotes, porque participan de la experiencia humana del dolor en sus múltiples manifestaciones o por las incomprensiones de los destinatarios mismos de su ministerio: Cómo no recordar tantos sacerdotes ofendidos en su dignidad, obstaculizados en su misión, a veces incluso perseguidos hasta ofrecer el supremo testimonio de la sangre?

Sin embargo, también hay situaciones, nunca bastante deploradas, en las que la Iglesia misma sufre por la infidelidad de algunos de sus ministros. En estos casos, es el mundo el que sufre el escándalo y el abandono. Ante estas situaciones, lo más conveniente para la Iglesia no es tanto resaltar escrupulosamente las debilidades de sus ministros, cuanto renovar el reconocimiento gozoso de la grandeza del don de Dios, plasmado en espléndidas figuras de Pastores generosos, religiosos llenos de amor a Dios y a las almas, directores espirituales clarividentes y pacientes. En este sentido, la enseñanza y el ejemplo de san Juan María Vianney pueden ofrecer un punto de referencia significativo.

El Cura de Ars era muy humilde, pero consciente de ser, como sacerdote, un inmenso don para su gente: "Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina". Hablaba del sacerdocio como si no fuera posible llegar a percibir toda la grandeza del don y de la tarea confiados a una criatura humana: "Oh, qué grande es el sacerdote! Si se diese cuenta, moriría... Dios le obedece: pronuncia dos palabras y Nuestro Señor baja del cielo al oír su voz y se encierra en una pequeña ostia...". Explicando a sus fieles la importancia de los sacramentos decía: "Si desapareciese el sacramento del Orden, no tendríamos al Señor. Quién lo ha puesto en el sagrario? El sacerdote. Quién ha recibido vuestra alma apenas nacidos? El sacerdote. Quién la nutre para que pueda terminar su peregrinación? El sacerdote. Quién la preparará para comparecer ante Dios, lavándola por última vez en la sangre de Jesucristo? El sacerdote, siempre el sacerdote. Y si esta alma llegase a morir [a causa del pecado], quién la resucitará y le dará el descanso y la paz? También el sacerdote... Después de Dios, el sacerdote lo es todo!... Èl mismo sólo lo entenderá en el cielo".

Estas afirmaciones, nacidas del corazón sacerdotal del santo párroco, pueden parecer exageradas. Sin embargo, revelan la altísima consideración en que tenía el sacramento del sacerdocio. Parecía sobrecogido por un inmenso sentido de la responsabilidad: "Si comprendiéramos bien lo que representa un sacerdote sobre la tierra, moriríamos: no de pavor, sino de amor... Sin el sacerdote, la muerte y la pasión de Nuestro Señor no servirían de nada. El sacerdote continúa la obra de la redención sobre la tierra... De qué nos serviría una casa llena de oro si no hubiera nadie que nos abriera la puerta? El sacerdote tiene la llave de los tesoros del cielo: él es quien abre la puerta; es el administrador del buen Dios; el administrador de sus bienes... Dejad una parroquia veinte años sin sacerdote y adorarán a las bestias... El sacerdote no es sacerdote para sí mismo, sino para vosotros".

Llegó a Ars, una pequeña aldea de 230 habitantes, advertido por el Obispo sobre la precaria situación religiosa: "No hay mucho amor de Dios en esa parroquia; usted lo pondrá". Bien sabía él que tendría que encarnar la presencia de Cristo dando testimonio de la ternura de la salvación: "Dios mío, concédeme la conversión de mi parroquia; acepto sufrir todo lo que quieras durante toda mi vida". Con esta oración comenzó su misión. El Santo Cura de Ars se dedicó a la conversión de su parroquia con todas sus fuerzas, insistiendo por encima de todo en la formación cristiana del pueblo que le había sido confiado.

Queridos hermanos en el Sacerdocio, pidamos al Señor Jesús la gracia de aprender también nosotros el método pastoral de san Juan María Vianney. En primer lugar, su total identificación con el propio ministerio. En Jesús, Persona y Misión tienden a coincidir: toda su obra salvífica era y es expresión de su "Yo filial", que está ante el Padre, desde toda la eternidad, en actitud de amorosa sumisión a su voluntad. De modo análogo y con toda humildad, también el sacerdote debe aspirar a esta identificación. Aunque no se puede olvidar que la eficacia sustancial del ministerio no depende de la santidad del ministro, tampoco se puede dejar de lado la extraordinaria fecundidad que se deriva de la confluencia de la santidad objetiva del ministerio con la subjetiva del ministro. El Cura de Ars emprendió en seguida esta humilde y paciente tarea de armonizar su vida como ministro con la santidad del ministerio confiado, "viviendo" incluso materialmente en su Iglesia parroquial: "En cuanto llegó, consideró la Iglesia como su casa... Entraba en la Iglesia antes de la aurora y no salía hasta después del Angelus de la tarde. Si alguno tenía necesidad de él, allí lo podía encontrar", se lee en su primera biografía.

La devota exageración del piadoso hagiógrafo no nos debe hacer perder de vista que el Santo Cura de Ars también supo "hacerse presente" en todo el territorio de su parroquia: visitaba sistemáticamente a los enfermos y a las familias; organizaba misiones populares y fiestas patronales; recogía y administraba dinero para sus obras de caridad y para las misiones; adornaba la iglesia y la dotaba de paramentos sacerdotales; se ocupaba de las niñas huérfanas de la "Providence" (un Instituto que fundó) y de sus formadoras; se interesaba por la educación de los niños; fundaba hermandades y llamaba a los laicos a colaborar con él.

Su ejemplo me lleva a poner de relieve los ámbitos de colaboración en los que se debe dar cada vez más cabida a los laicos, con los que los presbíteros forman un único pueblo sacerdotal y entre los cuales, en virtud del sacerdocio ministerial, están puestos "para llevar a todos a la unidad del amor: 'amándose mutuamente con amor fraterno, rivalizando en la estima mutua' (Rm 12, 10)". En este contexto, hay que tener en cuenta la encarecida recomendación del Concilio Vaticano II a los presbíteros de "reconocer sinceramente y promover la dignidad de los laicos y la función que tienen como propia en la misión de la Iglesia... Deben escuchar de buena gana a los laicos, teniendo fraternalmente en cuenta sus deseos y reconociendo su experiencia y competencia en los diversos campos de la actividad humana, para poder junto con ellos reconocer los signos de los tiempos".

El Santo Cura de Ars enseñaba a sus parroquianos sobre todo con el testimonio de su vida. De su ejemplo aprendían los fieles a orar, acudiendo con gusto al sagrario para hacer una visita a Jesús Eucaristía. "No hay necesidad de hablar mucho para orar bien", les enseñaba el Cura de Ars. "Sabemos que Jesús está allí, en el sagrario: abrámosle nuestro corazón, alegrémonos de su presencia. Èsta es la mejor oración". Y les persuadía: "Venid a comulgar, hijos míos, venid donde Jesús. Venid a vivir de Èl para poder vivir con Èl...". "Es verdad que no sois dignos, pero lo necesitáis". Dicha educación de los fieles en la presencia eucarística y en la comunión era particularmente eficaz cuando lo veían celebrar el Santo Sacrificio de la Misa. Los que asistían decían que "no se podía encontrar una figura que expresase mejor la adoración... Contemplaba la ostia con amor". Les decía: "Todas las buenas obras juntas no son comparables al Sacrificio de la Misa, porque son obras de hombres, mientras la Santa Misa es obra de Dios". Estaba convencido de que todo el fervor en la vida de un sacerdote dependía de la Misa: "La causa de la relajación del sacerdote es que descuida la Misa. Dios mío, qué pena el sacerdote que celebra como si estuviese haciendo algo ordinario!". Siempre que celebraba, tenía la costumbre de ofrecer también la propia vida como sacrificio: "Cómo aprovecha a un sacerdote ofrecerse a Dios en sacrificio todas las mañanas!".

Esta identificación personal con el Sacrificio de la Cruz lo llevaba -con una sola moción interior- del altar al confesionario. Los sacerdotes no deberían resignarse nunca a ver vacíos sus confesonarios ni limitarse a constatar la indiferencia de los fieles hacia este sacramento. En Francia, en tiempos del Santo Cura de Ars, la confesión no era ni más fácil ni más frecuente que en nuestros días, pues el vendaval revolucionario había arrasado desde hacía tiempo la práctica religiosa. Pero él intentó por todos los medios, en la predicación y con consejos persuasivos, que sus parroquianos redescubriesen el significado y la belleza de la Penitencia sacramental, mostrándola como una íntima exigencia de la presencia eucarística. Supo iniciar así un "círculo virtuoso". Con su prolongado estar ante el sagrario en la Iglesia, consiguió que los fieles comenzasen a imitarlo, yendo a visitar a Jesús, seguros de que allí encontrarían también a su párroco, disponible para escucharlos y perdonarlos. Al final, una muchedumbre cada vez mayor de penitentes, provenientes de toda Francia, lo retenía en el confesionario hasta 16 horas al día. Se comentaba que Ars se había convertido en "el gran hospital de las almas". Su primer biógrafo afirma: "La gracia que conseguía [para que los pecadores se convirtiesen] era tan abundante que salía en su búsqueda sin dejarles un momento de tregua". En este mismo sentido, el Santo Cura de Ars decía: "No es el pecador el que vuelve a Dios para pedirle perdón, sino Dios mismo quien va tras el pecador y lo hace volver a Èl". "Este buen Salvador está tan lleno de amor que nos busca por todas partes".

Todos los sacerdotes hemos de considerar como dirigidas personalmente a nosotros aquellas palabras que él ponía en boca de Jesús: "Encargaré a mis ministros que anuncien a los pecadores que estoy siempre dispuesto a recibirlos, que mi misericordia es infinita". Los sacerdotes podemos aprender del Santo Cura de Ars no sólo una confianza infinita en el sacramento de la Penitencia, que nos impulse a ponerlo en el centro de nuestras preocupaciones pastorales, sino también el método del "diálogo de salvación" que en él se debe entablar. El Cura de Ars se comportaba de manera diferente con cada penitente. Quien se acercaba a su confesionario con una necesidad profunda y humilde del perdón de Dios, encontraba en él palabras de ánimo para sumergirse en el "torrente de la divina misericordia" que arrastra todo con su fuerza. Y si alguno estaba afligido por su debilidad e inconstancia, con miedo a futuras recaídas, el Cura de Ars le revelaba el secreto de Dios con una expresión de una belleza conmovedora: "El buen Dios lo sabe todo. Antes incluso de que se lo confeséis, sabe ya que pecaréis nuevamente y sin embargo os perdona. Qué grande es el amor de nuestro Dios que le lleva incluso a olvidar voluntariamente el futuro, con tal de perdonarnos!".

A quien, en cambio, se acusaba de manera fría y casi indolente, le mostraba, con sus propias lágrimas, la evidencia seria y dolorosa de lo "abominable" de su actitud: "Lloro porque vosotros no lloráis", decía. "Si el Señor no fuese tan bueno... pero lo es. Hay que ser un bárbaro para comportarse de esta manera ante un Padre tan bueno". Provocaba el arrepentimiento en el corazón de los tibios, obligándoles a ver con sus propios ojos el sufrimiento de Dios por los pecados como "encarnado" en el rostro del sacerdote que los confesaba. Si alguno manifestaba deseos y actitudes de una vida espiritual más profunda, le mostraba abiertamente las profundidades del amor, explicándole la inefable belleza de vivir unidos a Dios y estar en su presencia: "Todo bajo los ojos de Dios, todo con Dios, todo para agradar a Dios... Qué maravilla!". Y les enseñaba a orar: "Dios mío, concédeme la gracia de amarte tanto cuanto yo sea capaz".

El Cura de Ars consiguió en su tiempo cambiar el corazón y la vida de muchas personas, porque fue capaz de hacerles sentir el amor misericordioso del Señor. Urge también en nuestro tiempo un anuncio y un testimonio similar de la verdad del Amor: "Deus caritas est" (1 Jn 4, 8). Con la Palabra y con los Sacramentos de su Jesús, Juan María Vianney edificaba a su pueblo, aunque a veces se agitaba interiormente porque no se sentía a la altura, hasta el punto de pensar muchas veces en abandonar las responsabilidades del ministerio parroquial para el que se sentía indigno. Sin embargo, con un sentido de la obediencia ejemplar, permaneció siempre en su puesto, porque lo consumía el celo apostólico por la salvación de las almas. Se entregaba totalmente a su propia vocación y misión con una ascesis severa: "La mayor desgracia para nosotros los párrocos -deploraba el Santo- es que el alma se endurezca"; con esto se refería al peligro de que el pastor se acostumbre al estado de pecado o indiferencia en que viven muchas de sus ovejas.

Dominaba su cuerpo con vigilias y ayunos para evitar que opusiera resistencia a su alma sacerdotal. Y se mortificaba voluntariamente en favor de las almas que le habían sido confiadas y para unirse a la expiación de tantos pecados oídos en confesión. A un hermano sacerdote, le explicaba: "Le diré cuál es mi receta: doy a los pecadores una penitencia pequeña y el resto lo hago yo por ellos". Más allá de las penitencias concretas que el Cura de Ars hacía, el núcleo de su enseñanza sigue siendo en cualquier caso válido para todos: las almas cuestan la sangre de Cristo y el sacerdote no puede dedicarse a su salvación sin participar personalmente en el "alto precio" de la redención.

En la actualidad, como en los tiempos difíciles del Cura de Ars, es preciso que los sacerdotes, con su vida y obras, se distingan por un vigoroso testimonio evangélico. Pablo VI ha observado oportunamente: "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio". Para que no nos quedemos existencialmente vacíos, comprometiendo con ello la eficacia de nuestro ministerio, debemos preguntarnos constantemente: "Estamos realmente impregnados por la palabra de Dios? Es ella en verdad el alimento del que vivimos, más que lo que pueda ser el pan y las cosas de este mundo? La conocemos verdaderamente? La amamos? Nos ocupamos interiormente de esta palabra hasta el punto de que realmente deja una impronta en nuestra vida y forma nuestro pensamiento?". Así como Jesús llamó a los Doce para que estuvieran con Èl (cf. Mc 3, 14), y sólo después los mandó a predicar, también en nuestros días los sacerdotes están llamados a asimilar el "nuevo estilo de vida" que el Señor Jesús inauguró y que los Apóstoles hicieron suyo.

La identificación sin reservas con este "nuevo estilo de vida" caracterizó la dedicación al ministerio del Cura de Ars. El Papa Juan XXIII en la Carta encíclica "Sacerdotii nostri primordia", publicada en 1959, en el primer centenario de la muerte de san Juan María Vianney, presentaba su fisonomía ascética refiriéndose particularmente a los tres consejos evangélicos, considerados como necesarios también para los presbíteros: "Y, si para alcanzar esta santidad de vida, no se impone al sacerdote, en virtud del estado clerical, la práctica de los consejos evangélicos, ciertamente que a él, y a todos los discípulos del Señor, se le presenta como el camino real de la santificación cristiana".

El Cura de Ars supo vivir los "consejos evangélicos" de acuerdo a su condición de presbítero. En efecto, su pobreza no fue la de un religioso o un monje, sino la que se pide a un sacerdote: a pesar de manejar mucho dinero (ya que los peregrinos más pudientes se interesaban por sus obras de caridad), era consciente de que todo era para su iglesia, sus pobres, sus huérfanos, sus niñas de la "Providence", sus familias más necesitadas. Por eso "era rico para dar a los otros y era muy pobre para sí mismo". Y explicaba: "Mi secreto es simple: dar todo y no conservar nada". Cuando se encontraba con las manos vacías, decía contento a los pobres que le pedían: "Hoy soy pobre como vosotros, soy uno de vosotros". Así, al final de su vida, pudo decir con absoluta serenidad: "No tengo nada... Ahora el buen Dios me puede llamar cuando quiera". También su castidad era la que se pide a un sacerdote para su ministerio. Se puede decir que era la castidad que conviene a quien debe tocar habitualmente con sus manos la Eucaristía y contemplarla con todo su corazón arrebatado y con el mismo entusiasmo la distribuye a sus fieles. Decían de él que "la castidad brillaba en su mirada", y los fieles se daban cuenta cuando clavaba la mirada en el sagrario con los ojos de un enamorado. También la obediencia de san Juan María Vianney quedó plasmada totalmente en la entrega abnegada a las exigencias cotidianas de su ministerio. Se sabe cuánto le atormentaba no sentirse idóneo para el ministerio parroquial y su deseo de retirarse "a llorar su pobre vida, en soledad". Sólo la obediencia y la pasión por las almas conseguían convencerlo para seguir en su puesto. A los fieles y a sí mismo explicaba: "No hay dos maneras buenas de servir a Dios. Hay una sola: servirlo como Èl quiere ser servido". Consideraba que la regla de oro para una vida obediente era: "Hacer sólo aquello que puede ser ofrecido al buen Dios".

En el contexto de la espiritualidad apoyada en la práctica de los consejos evangélicos, me complace invitar particularmente a los sacerdotes, en este Año dedicado a ellos, a percibir la nueva primavera que el Espíritu está suscitando en nuestros días en la Iglesia, a la que los Movimientos eclesiales y las nuevas Comunidades han contribuido positivamente. "El Espíritu es multiforme en sus dones... Èl sopla donde quiere. Lo hace de modo inesperado, en lugares inesperados y en formas nunca antes imaginadas... Èl quiere vuestra multiformidad y os quiere para el único Cuerpo". A este propósito vale la indicación del Decreto Presbyterorum ordinis: "Examinando los espíritus para ver si son de Dios, [los presbíteros] han de descubrir mediante el sentido de la fe los múltiples carismas de los laicos, tanto los humildes como los más altos, reconocerlos con alegría y fomentarlos con empeño". Dichos dones, que llevan a muchos a una vida espiritual más elevada, pueden hacer bien no sólo a los fieles laicos sino también a los ministros mismos. La comunión entre ministros ordenados y carismas "puede impulsar un renovado compromiso de la Iglesia en el anuncio y en el testimonio del Evangelio de la esperanza y de la caridad en todos los rincones del mundo".

Quisiera añadir además, en línea con la Exhortación apostólica "Pastores dabo vobis" del Papa Juan Pablo II, que el ministerio ordenado tiene una radical "forma comunitaria" y sólo puede ser desempeñado en la comunión de los presbíteros con su Obispo. Es necesario que esta comunión entre los sacerdotes y con el propio Obispo, basada en el sacramento del Orden y manifestada en la concelebración eucarística, se traduzca en diversas formas concretas de fraternidad sacerdotal efectiva y afectiva. Sólo así los sacerdotes sabrán vivir en plenitud el don del celibato y serán capaces de hacer florecer comunidades cristianas en las cuales se repitan los prodigios de la primera predicación del Evangelio.

El Año Paulino que está para concluir orienta nuestro pensamiento también hacia el Apóstol de los gentiles, en quien podemos ver un espléndido modelo sacerdotal, totalmente "entregado" a su ministerio. "Nos apremia el amor de Cristo -escribía-, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron" (2 Co 5, 14). Y añadía: "Cristo murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos" (2 Co 5, 15). Qué mejor programa se podría proponer a un sacerdote que quiera avanzar en el camino de la perfección cristiana?

Queridos sacerdotes, la celebración del 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney (1859) viene inmediatamente después de las celebraciones apenas concluidas del 150 aniversario de las apariciones de Lourdes (1858). Ya en 1959, el Beato Papa Juan XXIII había hecho notar: "Poco antes de que el Cura de Ars terminase su carrera tan llena de méritos, la Virgen Inmaculada se había aparecido en otra región de Francia a una joven humilde y pura, para comunicarle un mensaje de oración y de penitencia, cuya inmensa resonancia espiritual es bien conocida desde hace un siglo. En realidad, la vida de este sacerdote cuya memoria celebramos, era anticipadamente una viva ilustración de las grandes verdades sobrenaturales enseñadas a la vidente de Massabielle. Èl mismo sentía una devoción vivísima hacia la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen; él, que ya en 1836 había consagrado su parroquia a María concebida sin pecado, y que con tanta fe y alegría había de acoger la definición dogmática de 1854". El Santo Cura de Ars recordaba siempre a sus fieles que "Jesucristo, cuando nos dio todo lo que nos podía dar, quiso hacernos herederos de lo más precioso que tenía, es decir de su Santa Madre".

Confío este Año Sacerdotal a la Santísima Virgen María, pidiéndole que suscite en cada presbítero un generoso y renovado impulso de los ideales de total donación a Cristo y a la Iglesia que inspiraron el pensamiento y la tarea del Santo Cura de Ars. Con su ferviente vida de oración y su apasionado amor a Jesús crucificado, Juan María Vianney alimentó su entrega cotidiana sin reservas a Dios y a la Iglesia. Que su ejemplo fomente en los sacerdotes el testimonio de unidad con el Obispo, entre ellos y con los laicos, tan necesario hoy como siempre. A pesar del mal que hay en el mundo, conservan siempre su actualidad las palabras de Cristo a sus discípulos en el Cenáculo: "En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33). La fe en el Maestro divino nos da la fuerza para mirar con confianza el futuro. Queridos sacerdotes, Cristo cuenta con vosotros. A ejemplo del Santo Cura de Ars, dejaos conquistar por Èl y seréis también vosotros, en el mundo de hoy, mensajeros de esperanza, reconciliación y paz".