Pueden ser miembros de la Infancia y Adolescencia Misionera, todos los niños y adolescentes bautizados hasta los 17 años (4 a 12 se consideran niños, y de 13 a 17, adolescentes).
*Un niño misionero:
*Ayuda con su ofrenda económica a los niños más necesitados del mundo entero.
* Comunica el espíritu misionero a otros niños y apoya los servicios misioneros de los otros grupos de su comunidad.
* Colabora en las actividades misioneras de la parroquia
* Se comunica con niños y adolescentes misioneros de los países de misión.
* Realiza otros servicios en favor de los niños y adolescentes.
* Participa en las actividades de la IAM, especialmente en los encuentros periódicos del grupo (sobre todo, si es asociado), en la Jornada anual de la IAM, y conforme a su necesidad y a sus posibilidades, en los demás servicios que ella le ofrece.
SUS COMPROMISOS
Los niños de la IAM se comprometen a vivir cinco consignas desde el día en que pasan a formar parte de la Obra y, de manera especial, desde que hacen su consagración. A través de ellas, los niños recuerdan la espiritualidad cristiana, con dimensión apostólica y misionera.
-Conozcamos al Señor: No podemos amar a Dios si no lo conocemos. Conozcámoslo escuchando su palabra y hablándole. Todo niño y adolescente aprende a vivir con El y a vivir como El. El niño misionero hace continuamente su escuela de amor con Jesús.
-Oremos: Es necesario orar todos los días para recibir la luz, el amor de Dios y la fortaleza para cumplir nuestra misión. Jesús nos dijo que: "Donde hay dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,20).
Por eso, además de la oración personal diaria, en los encuentros de grupo, siempre hemos de tener momentos de oración para pedir por los niños no cristianos del mundo, por los niños y adolescentes necesitados, por los misioneros, y para ser fortalecidos nosotros mismos. Así, todo niño misionero se hace "contemplativo en la acción", como nuestra patrona Santa Teresita del Niño Jesús.
-Sacrifiquémonos: El regalo que Jesús ofreció a su Padre fue su propia persona: en todo momento hizo la voluntad de su Padre, se hizo obediente hasta la muerte en cruz. Jesús nos enseña que el mayor regalo que podemos hacer a Dios es la consagración de nuestra vida, aceptando y ofreciendo los sufrimientos que se nos presenten a diario por el bien de las misiones. También el niño y el adolescente misionero, ofrecen su vida por las misiones. Con alegría y generosidad comparten su fe, comunicando la luz y el amor de Dios, dando en cada encuentro su limosna por las misiones.
-Comulguemos: Con esta cuarta consigna, el niño misionero, aprende a participar en la Eucaristía dominical y la Reconciliación frecuente. El Cuerpo de Cristo nos alimenta y fortalece para cumplir nuestra misión. Es también un momento especial de comunión con nuestros hermanos en todo el mundo. El niño misionero se une en Jesús a todos sus hermanos.
-Seamos misioneros: Hacen falta acciones y no tantas palabras, dando testimonio de amor, de paz y de la presencia de Dios en el mundo. El niño misionero se siente enviado por Jesús a ser su pequeño gran misionero. Es misionero en su familia, en el colegio, con los amigos, en la parroquia. Por sus oraciones, limosnas e interés, es también misionero más allá de sus fronteras, al estilo de San Francisco Javier.
Da testimonio con su servicio alegre, humilde, sencillo, solidario y generoso. Hace amigos para Jesús con su testimonio y palabras, y ayuda a que otros niños y adolescentes también quieran ser amigos de Jesús y misioneros para Jesús.
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